martes, 29 de marzo de 2011

Intelectuales Frente a esta tradición la sociología justamente ha hecho valer el hecho de que las doctrinas políticas son ellas mismas resultado histórico y funciones sociales y el hecho de que en rigor todo hombre es, en alguna medida, un intelectual en cuanto sujeto de razón. Los desarrollos de la sociedad de masa evolucionada da luz sobre tendencias que contrastan estas deformaciones. En primer lugar la creciente incidencia de la técnica y de la ciencia sobre los procesos de trabajo y la consiguiente intelectualización de las mismas actividades de trabajo pone en evidencia el carácter limitado y “provisional” de la separación de la clase intelectual, tanto mas que las mismas funciones especificas de los intelectuales son golpeadas por procesos de masificación y salarizaciòn. En segundo lugar, sin embargo, justamente la sociedad de masas exalta las funciones intelectuales de la ciencia y de la cultura en la actividad sociopolítica y exige, en particular, una subordinación de la política a los controles científicos. Esto significa que mientras “el fin de las ideologías” no marca del todo el fin de las funciones intelectuales sino de los tradicionales doctrinarismos, el crecimiento del tejido cultural de la sociedad se vuelve una exigencia general para los fines de la misma producción material y pone metas absolutamente nuevas para la misma política. Conciencia política Es necesario salir de la difundida y banal concepción de que la conciencia política consiste en la pasiva adhesión a una concepción política de la cual es portador un partido o movimiento político. Una concepción semejante no hace mas que regresar el problema ya que será necesario preguntarse que cosa es y sobre todo quien elabora esta conciencia política del partido o del movimiento. De este modo son resucitados todos los antiguos dualismos, por una parte esta la política de los intereses, del sensible empírico naturalista que rebasa los limites en la irracionalidad y en la violencia, por la otra esta la política intelectualista y moralista que elabora los fines de manera separadas de los intereses o manipulando los intereses para fines que, al no estar injertados en ellos, se subordinan a la técnica del poder. A la política “ingenua” y pasional de quien queda sumergido en el mundo instrumental de los medios se yuxtapone la política que fatalmente se degrada hacia la rudeza del oficio político por el otro extremo.

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